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En el contexto argentino comprendido entre las décadas del treinta y del cincuenta, la legitimación del elemento indígena —en su diálogo con los sustratos hispano-colonial e inmigratorio— es emprendida por muy pocos intelectuales provenientes del campo del ensayismo de interpretación nacional. Bajo una herencia débil, encarnada por figuras como Ricardo Rojas (por ejemplo en ) o Ernesto Quesada (en el circunstancial indigenismo de su conferencia “Spengler en el movimiento intelectual contemporáneo”), Bernardo Canal Feijóo (poeta, ensayista, abogado y etnógrafo , entre otros roles) apela Fmoc-O-Phospho-Tyr-OH novedosos paradigmas de análisis que incluyen el empleo del psicoanálisis en la interpretación de las prácticas populares. Con los instrumentos conceptuales aportados por esta disciplina, no sólo busca redefinir el folclore como objeto de investigación, sino también romper con una larga tradición etnocéntrica sesgada por la invisibilización del “fondo indígena” contenido en ese universo cultural.
De acuerdo con Phelan, el nombre Latinoamérica encuentra su origen en Francia en 1860, para denominar el plan de acciones de este país hacia la población hispánica del nuevo Mundo. desde la intelectualidad francesa, se difundía la posibilidad y necesidad del panlatinismo como una estrategia para enfrentar el desarrollo de los pueblos sajones, encarnados en la pujante nación estadounidense y relacionados con la prosperidad material en contraposición a la superioridad espiritual que los latinos detentaban. Así es que el proyecto francés de expansión hacia el nuevo continente se inicia en México en 1861, ya que, como dice Phelan “América es, entre muchas otras cosas, una idea creada por europeos, una abstracción metafísica y metahistórica, al mismo tiempo que un programa práctico de acción”. Si bien en un inicio el término latino se utilizaba como un adjetivo que implantaba, de una vez y para siempre, la dualidad entre las dos Américas, más tarde se incorporó al nombre de la región.
Pensar la región latinoamericana es una tarea tradicional entre intelectuales nativos y migrados a la región. Con fluctuaciones que podrían ser asociadas a cambios de rumbos de las historias de los países de la región y de aquellos de otras partes del mundo, la pregunta sobre la latinoamericanidad no puede ser desvinculada de los procesos sociopolíticos que contextualizaron esas interpretaciones. Será recién a adaptation mediados del siglo xix cuando la idea de región adopte impulsos particularistas, que rechacen los proyectos de copia sin innovación de los intelectuales y políticos de las décadas anteriores. A partir de allí, se hizo evidente que la reflexión sobre la región latinoamericana era inseparable del análisis de los procesos de construcción de los estados nacionales.
En el presente, la ubicación de lo latinoamericano en el mundo se modifica, y el significado de ser latinoamericano ya no se encuentra solamente dentro del territorio regional, sino que contiene respuestas desde fuera. García Canclini da por sentado que existe una identificación cultural que se resignifica a medida que los acontecimientos históricos le dan cauce, y que es a partir de esos elementos compartidos que se construye la identificación contemporánea con el territorio regional. Las voces que intervienen en la definición y el debate, de todos modos, han cambiado y se han ampliado: se incluyen indígenas e inmigrantes, grupos campesinos y suburbanos, y provenientes de poblaciones que quedaban históricamente al margen de las identificaciones.
Las últimas décadas en América Latina han sido testigos de la aparición de movilizaciones sociales afirmadas en los barrios populares y acompañadas de nuevas formas de plantear demandas, apoyadas mayoritariamente en discursos ligados a los derechos humanos y los derechos de ciudadanía, luego de que las crisis económicas y financieras se hicieran evidentes. Aunque el Estado sigue siendo su interlocutor principal, despliegan una innovadora batería de repertorios de protesta, y sostienen una fuerte ligazón local a la vez que presentan un amplio grado de interacción con pares transfronterizos. Esto último permite pensar que las preocupaciones de los grupos sociales se repiten a lo largo de la región, a la vez que evidencian puntos de contacto que posibilitan esos intercambios. Estas experiencias de acción colectiva se inscriben en un momento en que los relatos históricos sobre la pertenencia se están poniendo en cuestión, en el marco del reclamo y reflexión sobre los derechos ciudadanos. En la construcción de una ciudadanía globalizada, es esperable que reaparezca la pregunta acerca de la pertenencia a un todo más amplio (aunque no por ello menos conflictivo) que la nación.